lunes, 31 de octubre de 2011

Las 95 Tesis de Martin Lutero

Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la presidencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
  1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", ha querido decir que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.
  2. Este término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que se celebra por el ministerio de los sacerdotes.
  3. Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.
  4. En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.
  5. El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.
  6. El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.
  7. De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.
  8. Los cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.
  9. Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de necesidad.
  10. Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.
  11. Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos dormían.
  12. Antiguamente las penas canónicas no se imponian después sino antes de la absolución, como prueba de la verdadera contrición.
  13. Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de ellas.
  14. Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.
  15. Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy cerca del horror de la desesperación.
  16. Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la desesperación, la cuasi desesperación y la seguridad de la salvación.
  17. Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.
  18. Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la caridad.
  19. Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.
  20. Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas, significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.
  21. En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.
  22. De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.
  23. Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.
  24. Por esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.
  25. El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.
  26. Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la intercesión.
  27. Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.
  28. Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.
  29. ¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.
  30. Nadie está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de que haya obtenido la remisión plenaria.
  31. Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.
  32. Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.
  33. Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con Dios.
  34. Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los hombres.
  35. Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la contrición para los que rescatan almas o confessionalia.
  36. Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.
  37. Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.
  38. No obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.
  39. Es dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad de la contrición.
  40. La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.
  41. Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.
  42. Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.
  43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.
  44. Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena.
  45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.
  46. Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.
  47. Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.
  48. Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.
  49. Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.
  50. Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
  51. Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.
  52. Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como prenda.
  53. Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en otras iglesias.
  54. Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias que a ella.
  55. Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más importante)deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y cien ceremonias.
  56. Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.
  57. Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.
  58. Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre exterior.
  59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba usando el término en el sentido de su época.
  60. No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.
  61. Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.
  62. El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
  63. Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros sean postreros.
  64. En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.
  65. Por ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.
  66. Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres.
  67. Respecto a las indulgencias que los predicadores pregonan con gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en cuanto proporcionan ganancias.
  68. No obstante, son las gracias más pequeñas en comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.
  69. Los obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.
  70. Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.
  71. Quién habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito.
  72. Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito.
  73. Así como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.
  74. Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
  75. Es un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan eficaces como para que puedan absolver, para hablar de algo imposible, a un hombre que haya violado a la madre de Dios.
  76. Decimos por el contrario, que las indulgencias papales no pueden borrar el más leve de los pecados veniales, en concierne a la culpa.
  77. Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.
  78. Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa, como cualquier otro, dispone de mayores gracias, saber: el evangelio, las virtudes espirituales, los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª de Corintios 1
  79. Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.
  80. Tendrán que rendir cuenta los obispos, curas y teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.
  81. Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el respeto que se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.
  82. Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es un motivo completamente insignificante?
  83. Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por los redimidos?
  84. Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?
  85. Del mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?
  86. Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?
  87. Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué participación concede a los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?
  88. Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el Papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los creyentes?
  89. Dado que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?
  90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.
  91. Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la intención del Papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o más bien no existirían.
  92. Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: "Paz, paz"; y no hay paz.
  93. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz, cruz" y no hay cruz.
  94. Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.
  95. Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.
Wittenberg, 31 de octubre de 1517.

viernes, 28 de octubre de 2011

Sermón para el Día de la Reforma


Rev. Amós López Rubio

Hoy recordamos el comienzo de la Reforma Protestante en la Alemania del siglo XVI cuando el monje agustino Martin Lutero clavó sus 95 tesis en las puertas de la Iglesia de Wittemberg haciendo fuertes críticas a la práctica de la venta de indulgencias por parte de las autoridades de la iglesia católica. Celebrar un aniversario más de la Reforma significa mirar al pasado y mirar al presente, sin dejar además de preocuparnos por el futuro. Es un momento oportuno para hacer un alto en el camino y, como iglesia de Jesucristo, heredera además de la Reforma protestante, mirarnos por dentro y analizar hasta qué punto seguimos siendo fieles a la herencia de la Reforma, es decir, a la necesidad de evaluar constantemente nuestro testimonio cristiano, identificando dificultades y logros, para no perder el sentido del llamado que Jesús nos ha hecho y nos hace en su evangelio.

Por eso, ser fieles a la herencia de la Reforma es mantener vivo su mayor legado: ser iglesias en constante renovación y transformación, abiertas a los nuevos retos de nuestro tiempo y sensibles a la acción del Espíritu de Dios en el aquí y el ahora de nuestra vida y nuestra historia. Quisiera entonces rescatar en este día la memoria de alguien que, apenas transcurrido un poco más de un siglo del inicio de la Reforma de Martin Lutero, supo comprender que las iglesias surgidas de aquel movimiento ya necesitaban una nueva reforma. Me refiero a Felipe Jacobo Spener, pastor y teólogo luterano alemán considerado el padre fundador del movimiento pietista.

El pietismo es un movimiento de renovación espiritual y eclesial que surge a finales del siglo XVII y principios del XVIII en Alemania, y se proponía impulsar una nueva Reforma. Sabemos que pietismo viene de piadoso, aquel que manifiesta sentimientos de piedad, pero no se trata de la piedad como sinónimo de lástima, sino de la piedad como devoción y celo por lo que es santo, y de la piedad como virtud que promueve en nosotros la solidaridad con el prójimo en actos de amor y compasión.

En el tiempo que vivió Spener, las iglesias protestantes se habían vuelto sobre sí mismas, se habían estancado en un celo extremo por preservar la vida de la institución y el dogma de la doctrina, lo cual provocó el surgimiento de un nuevo movimiento que buscaba la renovación de la piedad personal y de la vida eclesial, y consecuentemente, el mejoramiento de la vida social. El pietismo tuvo la característica peculiar de desarrollarse a través de pequeños grupos de reunión y edificación mutua conocidos como los “colegios de los piadosos”.

El crecimiento y la formación teológica de Felipe Jacobo Spener tuvo la influencia de sus maestros contemporáneos, del puritanismo inglés y de las enseñanzas de Martin Lutero. Después de haberse graduado como Doctor en Teología fue llamado a ocupar la plaza de Primer Pastor en la pujante ciudad alemana de Francfort, que en aquel año de 1666, contaba con veinte mil habitantes, una verdadera metrópoli. Inmediatamente, el nuevo pastor se propuso llevar a la práctica los frutos del movimiento espiritual del cual había bebido y cuyos énfasis eran el arrepentimiento, la devoción y un activo amor a sus semejantes. A esto se sumaba el esfuerzo por mejorar la vida y disciplina eclesial, la educación cristiana y la edición de literatura de edificación espiritual. Como se ve, el programa de Spener no solo era ambicioso sino integral, ya que contemplaba todos los ámbitos de la vida eclesial y de la espiritualidad personal.

Algo que llama la atención fue la especial preocupación de Spener por los problemas sociales de su época. Junto a sus colegas de ministerio presentó al gobierno de la ciudad de Francfurt la propuesta de crear una casa de trabajo para pobres y huérfanos, entendiendo que la posibilidad de ofrecer un trabajo alternativo a las personas más pobres podría brindar una solución a sus necesidades. Su propuesta demoró algunos años en ser aprobada, pero gracias a su perseverancia el proyecto se hizo realidad. Varias personas colaboraron con ofrendas generosas junto a la gestión del gobierno para implementar aquella obra. Este esfuerzo es considerado como un proyecto pionero en la historia de la responsabilidad social del Estado moderno.

Otro elemento interesante en aquella experiencia de Spener en Francfort es que el joven pastor tuvo que enfrentarse a no pocas dificultades relacionadas con la manera en que se entendía y practicaba la fe cristiana en aquella ciudad. El trabajo, el comercio y las múltiples ofertas para la diversión y el empleo del tiempo libre conspiraban contra la observancia del domingo como Día del Señor. La práctica de la confesión de los pecados, por ejemplo, se había asumido como un elemento ritual, como costumbre de una vida religiosa establecida y que no conducía necesariamente a la renovación de la vida cristiana, no permitía la profunda revisión de la vida y su consecuente transformación.

Algo parecido sucedía con la actitud del creyente a la hora de participar de la Cena del Señor, se asumía igualmente como un acto ritualizado sin mayores consecuencias para el compromiso cristiano y para el seguimiento a Jesucristo. Spener comprendió que, entre otros factores, estos comportamientos se debían a una inadecuada e insuficiente educación cristiana. A todo ello se sumaba la falta de interés en estos temas por parte de otros colegas en el pastorado así como la escasez de ministros en la región.

Como resultado, la visión crítica de Spener hacia la vida eclesial se hacía más profunda, cuando, en cierta ocasión, un grupo de creyentes de su comunidad le pidió celebrar reuniones devocionales privadas, algo insólito en las prácticas eclesiales de la época ya que la vida de la iglesia generalmente se reducía al culto dominical. Con esta iniciativa nacieron los primeros colegios piadosos. Estos grupos tenían como programa la lectura de textos de edificación espiritual, pasajes bíblicos que eran comentados libremente en diálogo con la vida cristiana concreta. Una característica de estos grupos es que con el tiempo se fue nutriendo de personas de diferentes clases sociales lo cual significaba un espacio donde las diferencias no conspiraban contra la necesidad común de congregarse, estudiar juntos la Palabra de Dios y edificar la vida común en la fe.

Algunos años después, Spener publica el texto titulado PIA DESIDERIA o Sincero deseo de un mejoramiento agradable a Dios de la verdadera Iglesia evangélica, juntamente con algunas propuestas cristianas simples, tendientes a ello. La estructura y contenido de este texto, que más tarde se convertiría en el programa del movimiento pietista, resulta muy interesante y actual. En la primera parte del escrito, Spener hace un diagnóstico de la situación de la iglesia evangélica y la sociedad de su tiempo, analizando la realidad política, económica y eclesial. Veamos algunas de sus conclusiones: 1) hay un descuido en las autoridades civiles en cuanto a su deber de hacer posible la misión de la iglesia y ejerce sobre ella su dominio, 2) los pastores y teólogos están más preocupados por el reconocimiento social que por ejercer responsablemente su ministerio y malgastan sus pensamientos en controversias doctrinales que no llevan a ninguna parte ni ofrecen un buen testimonio del evangelio, 3) los ciudadanos viven de manera disipada, abunda el alcoholismo, las disputas legales, el afán por las riquezas, la indiferencia ante las necesidades sociales y los más pobres y su fe no va más allá de un formalismo.

Spener afirma “la fe es una obra divina en nosotros que nos transforma y nos hace nacer de nuevo…la fe es una cosa viva, laboriosa, activa, poderosa, de manera que es imposible que no produzca el bien sin cesar”. Spener se pregunta, y nos pregunta hoy también a nosotros, ¿De qué sirve asistir al templo, escuchar la predicación y participar de la Comunión si no dejamos que la gracia por la fe se haga palpable en una vida de penitencia y servicio a Dios y al prójimo? Y cuando hablamos de penitencia no estamos haciendo referencia a un castigo impuesto para alcanzar méritos delante de Dios o para asegurar nuestra salvación. Hablamos de la penitencia como aquella actitud de permanente humildad que nos coloca tal y como somos delante de Dios para revisar abiertamente nuestra vida y dejar que su Espíritu nos oriente y corrija en el camino de la responsabilidad cristiana en el mundo.

Spener entendía que la Reforma iniciada por Lutero, un siglo atrás, había efectivamente liberado a los cristianos y las cristianas de muchos cautiverios pero que en el tiempo que le tocó vivir había disminuido el celo por aquellas cosas por las cuales se había luchado y que era necesario nuevamente edificar la iglesia del Señor. Spener utiliza la imagen del cuerpo enfermo de la iglesia que necesita ser sanado con urgencia. En el resto de su texto desarrolla entonces algunas propuestas para esta nueva reforma de la vida eclesial: 1) revitalizar el estudio de las Escrituras principalmente a través de pequeños grupos de lectura bíblica, 2) reformar el ejercicio del sacerdocio comunitario enfatizando la responsabilidad de los laicos en el sentido del sacerdocio universal de los creyentes, 3) renovar la conducta cristiana por medio de una práctica piadosa manifestada especialmente en el amor a los demás, 4) que las discusiones en cuanto a doctrinas no tengan otra intención que reforzar el amor al prójimo, o sea, la responsabilidad y el servicio cristianos, lo cual daba a la teología una orientación esencialmente práctica y no especulativa, 5) que la predicación no sea solo un adoctrinamiento intelectual sino un medio para la edificación de la fe de la comunidad, lo cual repercute también en una preocupación puntual por el tema de la educación cristiana de todos los creyentes.

Las enseñanzas de Spener no siempre gozaron de aceptación. Gobernantes y líderes evangélicos se sintieron atacados en sus cuestionamientos e intentaron obstaculizar el desarrollo del ministerio del predicador y pastor luterano. No obstante, el movimiento pietista continuó creciendo y su repercusión puede sentirse hasta la actualidad.

Creo que sin dejar de reconocer algunos elementos no tan positivos en el pietismo como el acento moralista en relación a la conducta social y la tendencia en algunos grupos al alejamiento y rechazo del mundo, podemos encontrar también valor, vigencia y desafíos en el pensamiento y la obra de Felipe Jacobo Spener. Y en un día especial como hoy en que recordamos la herencia de la Reforma Protestante para la vida y misión de nuestras iglesias, quisiera rescatar al menos tres desafíos esenciales en el legado de Spener.

Primero, la necesidad de que la iglesia viva una constante reforma de su fe y su práctica. Esta es la única manera en que la iglesia puede seguir siendo fiel a la misión para la cual ha sido llamada, es la única manera en que la iglesia pueda seguir siendo un movimiento y no tanto una institución preocupada solamente por su propia sobrevivencia. Cuando miramos la historia pasada no buscamos solamente recordar la gloria de otros tiempos sino que buscamos aprender del pasado para iluminar nuestro presente. 

Apenas había transcurrido un siglo del inicio de la Reforma Protestante y ya era necesario reformar aquella iglesia donde se había enfriado el primer amor y donde la libertad inicial había dado paso a una nueva cautividad. Así nos sucede también a nosotros en la actualidad, repetimos aquellos modelos contra los que un día luchamos. Después del cambio nos estancamos en una nueva situación de poder y nos volvemos igualmente conservadores y nos resistimos a nuevos cambios. La Reforma nos recuerda que no hubo solo una reforma sino que hay y necesariamente habrá nuevas y constantes reformas. Corresponde hoy a nuestras iglesias identificar nuestras necesidades de reforma y pedir al Espíritu de Dios que nos auxilie en esa necesidad y nos impulse nuevamente hacia el cambio y la transformación. 
    
Segundo, la reforma de la vida y la misión de la iglesia no se realiza en un vacío histórico sino de cara a la realidad y al momento en que vivimos. Hemos aprendido que las transformaciones en la vida de la iglesia han ido de la mano con las transformaciones históricas, que la historia es una sola, y en esa historia Dios se sigue manifestando para que la iglesia “dé razón de su esperanza”. La iglesia realiza la misión de Jesús no solo como continuidad de la tarea evangelizadora sino también como respuesta a las necesidades de la sociedad y el mundo. Evangelizar es compartir la buena noticia allí donde hay malas noticias, allí donde está el dolor y el sufrimiento, allí donde falta la justicia, el derecho y la paz.

Tercero, teniendo en cuenta la necesidad de revisar de manera permanente nuestra fe y nuestra práctica como iglesia y sabiendo que debemos hacerlo con responsabilidad en un contexto histórico específico, queda por delante descubrir si la iglesia que hoy somos responde a estas exigencias, si la iglesia que hoy somos es la iglesia que nuestra sociedad y nuestro mundo necesitan. No basta sentir y reconocer que nuestra iglesia es un espacio donde nos sentimos bien, acogidos, acompañados y respetados; que el culto y las demás actividades responden a nuestras necesidades espirituales.

Es necesario saber si esta iglesia que amamos es también sal de la tierra y luz del mundo, si esta iglesia es levadura que hace crecer la práctica de los valores del reino de Dios, si esta iglesia es agente de cambio en ese gran espacio que es nuestra historia presente, la vida de nuestro pueblo, la lucha por la salvación de la creación y la defensa de la vida. En esta historia nuestra también se juega la historia de Dios que quiere conducirnos hacia la renovación total de nuestra vida de tal manera que la vida de Dios sea la vida del mundo, sin guerras, sin hambre, sin desigualdades, sin muerte.

Que Dios nos ayude a seguir siendo una iglesia en reforma, en transformación, abriendo nuevos caminos que nos conduzcan a la vida plena y abundante para todos y todas. Amén.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Lo angular en nuestras relaciones

Lo angular en nuestras relaciones 
«…los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos.» Mateo 21,33-46 

Resulta fácil y habitual pensar cómo tiene que ser la vida de los demás, proponerles replanteos y esclarecerles lo que tienen o no que hacer; y suele ser bastante difícil y poco común pensar como tiene que ser nuestra vida, proponernos replanteos y lograr esclarecimientos sobre lo que tenemos que hacer o no. Es algo propio de la condición humana, por eso nos cuesta muchas veces darnos cuenta de algunas cosas que hacemos y no suelen tener consonancia con lo que debiéramos reflejar como cristianos/as. Es fácil poner el peso de una interpretación bíblica sobre otros/as, pero nos cuesta asumir el peso que puede tener sobre nosotros/as: Si se habla de falsos profetas, serán otros (porque nosotros/as nos consideramos verdaderos); si se habla de árboles que no dan buen fruto, serán otros (porque nosotros/ consideramos los nuestros buenos); si se habla de trigo y cizaña, pues la cizaña serán otros (porque nosotros/as nos consideramos trigo); si se habla de imprudencia, pues serán otros los imprudentes (porque nosotros/as nos consideramos prudentes); si sobrevienen tempestades y tormentas es por la falta de fe de otros (porque nosotros/as nos consideramos llenos de fe); si hay una generación perversa que demanda una señal, pues serán otros (porque nosotros/as consideramos que no las necesitamos); si se habla de semillas del reino que no crecen o mueren, consideramos que hablan de otros (porque nosotros/as nos consideramos ‘buena semilla’); nos consideramos como el buen samaritano pero de muchas maneras mostramos indiferencia sobre las necesidades de los demás; nos consideramos como Pedro cuando confiesa al Mesías, pero creemos que es otro cuando Jesús le dice ‘aléjate de mí Satanás’; de la misma manera cuando se habla de labradores malvados, creemos que son otros porque nosotros/as nos consideramos ‘buenos’. Si no tomamos otra posición respecto a esta manera de leer la Biblia, lamentablemente no nos alejamos mucho del lugar en el que se posicionaban los principales sacerdotes y los fariseos respecto a lo que Jesús enseñaba. Debemos corrernos de ese lugar desde donde creemos que la lectura bíblica avala nuestro comportamiento, de lo contrario nos privaremos de la posibilidad de involucrarnos en un aprendizaje de lo que Jesús enseña. En lugar de buscar aval de nuestro comportamiento, es mejor volver a entender nuestro comportamiento desde la enseñanza de Cristo. 

El Reino de Dios involucra al que se considera un perro que come las migas que caen de la mesa de sus amos (y no se habla de la mesa de jefes, patrones, dueños, sino de la misericordia de Dios); al que cree que tan solo tocando el manto de Jesús quedará sano, al que cree que tan solo una orden de Cristo bastará para sanar, al que se arrepiente de los males que cometió; y yendo al trabajo que involucra la extensión de este reino, implica a los que se disponen a servir con humildad, amando como Jesús amó (no con un amor condicional como el nuestro). 

Nos cuesta compararnos con un perro, nos cuesta confiar en el poder de Jesús -que no es el poder de las jerarquías instaladas en nuestra convivencia-, y sobre todo nos cuesta arrepentirnos sinceramente de los males que hemos provocado; más aun nos cuesta disponernos a servir con humildad y más todavía amar como Jesús ama. ¿Por qué es tan difícil este reino de Cristo? Las dificultades que se nos presenta junto a Cristo, se relacionan con el lugar que no queremos perder, lugar que nos empodera y determina el tipo de relación que mantenemos con los demás; nos sentimos poderosos/as controlando la vida de los demás, y entramos en desesperación cuando perdemos ese ‘control’. 

Mientras sigamos sintiendo eso no seremos muy diferentes a aquellos malvados que mataron al hijo del dueño para quedarse con su heredad (Mt 21,38-39), ni a aquellos principales sacerdotes y fariseos que buscaban echarle mano a Jesús para sacarlo del medio (Mt 21,46). La edificación de nuestra convivencia, a la luz de las enseñanzas de Cristo, nos lleva a tener en cuenta los ‘materiales’ que utilizamos en esa construcción, cuando Jesús dice: ‘la piedra que desecharon los edificadores…’ habla de la misericordia, compasión, amor, eso es lo que solemos desechar en la construcción de nuestra convivencia, y resulta que Dios lo dispone como ‘cabeza del ángulo’, sostén y soporte de toda la edificación. Ser involucrados en la salvación nos lleva a reflexionar sobre lo angular en nuestras relaciones. 

Fabián Paré.
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jueves, 15 de septiembre de 2011

Hace ya un tiempo que no he mantenido contacto; en otros cada cierto tiempo les he enviado un correo.... A pesar de todo es mi anhelo el poder continuar enviándoles estas cartitas con información relevante a la Iglesia Bautista Palabra de Vida. 

Ruego sus oraciones fervientes por mi y mi familia, los últimos meses han sido meses de muchas pruebas y luchas en el aspecto económico. al día de hoy, cuando les escribo todavía estoy pasando por ellas; pero nuestra confianza está puesta en el Dios de los cielos... 
 
Aun no sabemos cuales son las razones por las que no he podido conseguir un trabajo que pueda cubrir mi presupuesto familiar; todavía no tenemos definido cual es el propósito de Dios, tan solo estamos confiados en la palabra que dice: Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Romanos 8:28 (NVI). Es por esta razón de que no hemos querido quedarnos esperando a lo que Dios va a hacer, sino que hemos puesto manos a la obra iniciando una sala de tareas en el local de la iglesia.
 
Al iniciar una sala de tareas, queremos llegar de una forma practica a la comunidad, proveyéndoles facilidades de aprendizaje a los niños del sector. Quizás algunos de ustedes se habrán enterado de que el nivel de enseñanza de las escuelas publicas en Republica Dominicana es sumamente deficiente (maestros iletrados, no enseñan, no cumplen con horario de trabajo, aulas superpobladas, etc.), también los padres al agotar grandes jornadas de trabajo no disponen del tiempo suficiente para supervisar las tareas de sus hijos. queremos como iglesia ser un canal de bendición para los moradores del sector, es nuestro anhelo aportar nuestro granito de arena para mejorar las condiciones de vida del barrio. Apenas esta semana hemos iniciado este proyecto con el apoyo de personal voluntario de la iglesia capacitado; allí se esta ofreciendo Asesoría Psicológica y escolar, Ambiente cristiano, Lugar acogedor etc.. Tenemos fotos de estos pequeños pasos que estamos dando en la consolidación de la iglesia, las mismas se encuentran en el siguiente enlace: Fotos Sala de Tareas
 
Como iglesia nuestros planes son no tan solo quedarnos como sala de tarea, sino dar un paso mas y con la aprobación del gobierno instalar una guardería infantil....
 
Por favor llévenos en sus oraciones....
 
Para que Dios supla todo lo que nos hace falta en sus riquezas en gloria: Presupuestos familiar (estamos sumamente endeudados)
Dios supla un trabajo que cubra nuestros gastos básicos (salud, casa, comida, ropa, educación de mis hijas) Todavía no estamos cubriendo ni siquiera lo básico.
Dios continúe abriendo puertas para la predicación de su palabra (ya iniciamos un punto de predicación en Los Frailes III, proyectamos iniciar otro en Los Farallones) proyecto 3 5 7 10
Dios añada cada día a su iglesia los que han de ser salvos
Por la instalación de nuevos lideres en la iglesia (2 de octubre por primera vez en la historia de la iglesia estaremos organizando la junta de la iglesia)

domingo, 26 de septiembre de 2010

Mochilas 2010 pasadia

Dios esta con nosotros!!!

No hace falta acudir a ningún dicho popular o clásico para darnos cuenta de que la vida es lucha. La lucha del cristiano consiste en ser fiel a la palabra dada de seguir a Jesús en todo momento, habiendo caído en la cuenta de que es el mejor camino para encontrar el sentido, la esperanza y la felicidad ansiada.

En esta lucha no estamos nunca solos. El Señor nos ha prometido acompañarnos siempre, en todo momento. Debemos vivir con esa certeza, vivir de la fe, es decir, con la confianza total en la Persona de Jesús, que es hombre y Dios verdadero, de que cumplirá siempre su palabra de no abandonarnos nunca. Por esto mismo, el orgullo ante Dios y ante nuestros hermanos, estará prohibido: “El auxilio nos viene del Señor”. Él es la fuente de nuestra energía.