¿Existe algo más importante que la Ley y la Gracia?
Desde una perspectiva bíblica, reformada y
confesional, la respuesta debe ser un rotundo y a la vez matizado no. No
existe nada más importante que la Ley y la Gracia, porque en la correcta
comprensión y proclamación de estas dos realidades se encuentra el Evangelio
mismo y la totalidad del consejo de Dios.
Permítame desglosar esto en respuesta a las
observaciones de un pastor en Facebook.
1.
El
Problema no es la Centralidad de la Ley y la Gracia, sino su Reducción
El pastor en su publicación tiene razón al
identificar un problema, pero creo que su diagnóstico podría afinarse. El
problema no es que la iglesia evangélica se haya dedicado a hablar de "la
Ley y la Gracia", sino que ha predicado una versión reducida y descontextualizada
de ambas.
- La Ley Reducida: Cuando la Ley de
Dios se reduce simplemente a un instrumento para llevar al pecador a la
convicción (su segundo uso, o usus theologicus), y se olvida su
primer uso (el usus politicus, como freno para la sociedad) y,
crucialmente, su tercer uso (el usus normativus, como guía para la
vida del creyente), entonces la fe se vuelve abstracta. La Ley de Dios, en
su plenitud, nos da el marco para la justicia, la ética, la familia, el
arte, el gobierno y toda la vida. Es la sabiduría de Dios para el
florecimiento humano. Cuando solo la usamos para decir "eres
pecador", pero no para enseñar "así es como se vive para la
gloria de Dios", la vaciamos de su poder para hablar a la cultura.
- La Gracia Reducida: De igual
manera, si la Gracia es presentada únicamente como un "boleto para el
cielo", un mero escape de la condenación sin un poder transformador
para la vida presente, se convierte en lo que Bonhoeffer llamó
"gracia barata". La Gracia de Dios en Cristo no solo nos
justifica, sino que nos adopta en una familia (la Iglesia), nos santifica
por el Espíritu y nos comisiona para ser sal y luz en este mundo.
La Gracia no nos saca del mundo, nos envía al mundo con un propósito
redentor (Juan 17:15-18).
Por lo tanto, NO necesitamos algo más
allá de la Ley y la Gracia. Necesitamos redescubrir la amplitud, la
profundidad y la belleza de la Ley y la Gracia tal como las Escrituras y
nuestra herencia confesional (pensemos en la Confesión de Fe de Westminster,
capítulos 19 y 20) las presentan.
2. El Verdadero Centro: La Persona y
Obra de Cristo
En última instancia, la Ley y la Gracia no
son conceptos abstractos. Ambas encuentran su significado y su cumplimiento en
una Persona: nuestro Señor Jesucristo.
Él es el cumplimiento perfecto de la Ley (Mateo 5:17).
- Él es la encarnación de la Gracia y la Verdad (Juan
1:14, 17).
Quizás el problema es que, al hablar de
"Ley y Gracia", hemos separado estas doctrinas de la gloriosa Persona
a quien apuntan. La respuesta a las "filosofías y huecas sutilezas"
no es un nuevo programa de relevancia cultural, sino una proclamación más
robusta y centrada en Cristo. Es Cristo, en Su señorío sobre cada centímetro
cuadrado de la creación (como diría Abraham Kuyper), quien da respuesta a las
preguntas fundamentales de la vida. Él es el Logos, la Razón y el
Sentido del universo (Juan 1:1).
3. De acuerdo con el Pastor: El Falso
Pietismo y la Escatología
Aquí coincido plenamente con el análisis
del pastor.
El Falso Pietismo: La separación
radical entre lo "sagrado" y lo "secular" es un
dualismo platónico, no una doctrina bíblica. Ha castrado a la Iglesia,
haciéndole creer que su única preocupación es "salvar almas"
para la eternidad, mientras cede la educación, la política, las artes y
las ciencias al enemigo. Una teología reformada robusta entiende que la
Gran Comisión (Mateo 28:18-20) implica discipular a las naciones,
enseñándoles a obedecer todo lo que Cristo ha mandado. Esto requiere una cosmovisión integral.
- La Escatología: El pastor tiene una
agudeza notable al conectar esto con la escatología. Una escatología
pesimista y escapista (típicamente asociada con el dispensacionalismo
premilenialista que ha dominado el evangelicalismo) enseña a la Iglesia a
esperar la derrota y a anhelar el "rapto" para huir de un mundo
en inevitable decadencia. En contraste, una escatología de victoria (sea
amilenial o postmilenial, como ha sido común en la historia presbiteriana)
entiende que el Evangelio es el poder de Dios para la salvación y que el
Reino de Cristo avanza en la historia a través de la predicación de la
Palabra y la obra del Espíritu en Su Iglesia. Esta visión inspira a
construir, a crear cultura, a luchar por la justicia y a aplicar la
Palabra de Dios a cada área de la vida, sabiendo que nuestro trabajo en el
Señor no es en vano (1 Corintios 15:58).
Conclusión
Entonces, amado hermano, volviendo a la
pregunta: ¿Existe algo más importante que la Ley y la Gracia? No, no hay
nada más importante que la Ley y la Gracia. Porque no hay nada más
importante que el Evangelio del Reino de nuestro Señor Jesucristo.
El camino a seguir no es abandonar estos
pilares, sino reconstruir sobre ellos una teología más profunda, más amplia y
más valiente. La batalla espiritual que el pastor anhela librar se libra
precisamente con estas armas:
Una Ley proclamada en su totalidad, que expone el
pecado, guía al creyente y ofrece la sabiduría de Dios para toda la vida y
la sociedad.
- Una Gracia proclamada en su poder soberano, que no solo
perdona, sino que transforma, capacita y nos impulsa a reclamar cada área
de la cultura para Cristo.
Que el Señor nos conceda la astucia y el
valor para predicar "todo el consejo de Dios" (Hechos 20:27),
demostrando que en el Evangelio de la Ley y la Gracia, centrado en Cristo, se
encuentran "todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento"
(Colosenses 2:3).
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